En la región de Toraja en Indonesia las familias no entierran a sus muertos, los tienen en sus casas por meses o incluso años bajo formaldehido y metanol. Los bañan y les dan de comer. Y así los mantienen hasta que la familia finalmente supera el duelo y se atreven a enterralo. De lo contrario, "su espíritu podría perseguirles". Cuando tiene lugar su entierro, la ceremonio es grandiosa, lo pasean por todo el pueblo, invitan a todo el mundo y se gastan grandes sumas de dinero además de matar a cerdos y búfalos (que "lo llevarán al más allá").