Cultura y divulgación

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Las películas que nos negaron

Las películas que nos negaron

De todas las enseñanzas que Billy Wilder aprendió de Lubitsch, ninguna como el noble arte de la elipsis. La misteriosa maestría de contar con el silencio. De iluminar al personaje con los agujeros negros del pasado.
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El arte de la elipsis en el cine  

La elipsis es, probablemente, la herramienta de rodaje más importante en la narrativa cinematográfica. Todas las escenas que se omiten pueden ser tan o más importantes que las que ocurren dentro de pantalla. Una elipsis puede ser temporal como un flashback o como el flash-forward más importante de la historia del cine, el de 2001: Odisea en el espacio. En la lista de Schindler se hace un extensivo uso de la elipsis pasando de una escena a otra con suma elegancia. La elipsis permite crear historias, personajes y sentimientos con lo que se omite.
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La elipsis

En gramática, la elipsis consiste en omitir en la oración una o más palabras que son necesarias para la construcción gramatical correcta, pero no para que resulte claro el mensaje. Es, pues, la supresión de algún elemento lingüístico del discurso sin contradecir las reglas gramaticales. Para que la elipsis sea coherente es necesario que el texto resultante también lo sea.
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El bombardeo del 25 de Mayo en el Mercado Central de Alicante: Una elipsis

El bombardeo del 25 de Mayo de 1938 en el Mercado Central es una de esas sombras que cada día se ve menos por culpa del sol, la playa, las palmeras y la pólvora. Esa que un día provenía de las bombas y aromaba La Explanada con miedo. Mi generación -muchas que la preceden y otras tantas que la siguen- desconoce por completo esta historia que nos ha transformado en lo que somos.
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Las películas que nos negaron

Solo la Medusa podía tener esa fiereza en la mirada. Así eran sus ojos sobre la pantalla, el reto definitivo de quien ya no espera nada. Norma Desmond baja la escalera como si estuviera subiéndola camino de la gloria. El mundo la espera petrificado. Y ella ejecuta su coreografía con parsimonia. Pero Billy Wilder ha conjurado su hechizo con el objetivo de la cámara. Ha reflejado la miseria de la estrella que un día fue grande: el pestañeo imposible, las manos crispadas, el cabello ensortijado. Como una gorgona cinematográfica.

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