Cultura y divulgación

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Las batallas de los Tercios, como nunca se habían visto: así sería luchar con sus picas y arcabuces

En lo alto de la trinchera, el capitán del Tercio, provisto de una rodela y señalando con su espada al frente, alerta de la inminencia de la batalla. Los soldados que se abalanzan sobre el montículo de tierra fresca levantan sus picas aguardando la embestida enemiga. Van bien protegidos, con una coraza compuesta de peto y espaldar, y con distintos tipos de cascos: morriones, capacetes o borgoñotas, como la del sargento que aparece en primer plano sosteniendo una alabarda con su desnuda mano izquierda.
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Armaduras contra obuses: así fue la guerra más extraña y salvaje  

En la Primera Guerra Mundial se puso en circulación material de guerra anacrónico y ya en desuso. Como guerra casi experimental, hoy puede encontrarse en rastros y memorabilias bélicas un sinfín de quincallería y armas ancestrales pero que, paradójicamente, se usaron durante la contienda. Batallones de caballería o de caballeros con armaduras, espadas y sables tanto de uno como de otro bando. Los alemanes, por ejemplo, usaban armaduras, al menos los pertenecientes al «Trench Attack Squad». Servían para poco: quizás detendrían una vieja pistola
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Los mortíferos arcabuces

Según el "Tesoro de la Lengua Castellana" de Covarrubias, el arcabuz es un "arma forjada en el infierno inventada por el demonio". Cierto es que el licenciado Covarrubias, a la sazón capellán de Su Católica Majestad don Felipe II y demás cargos y prebendas, no estaba muy al tanto de temas militares pero su pintoresca definición ya dice mucho del concepto que se tenía de esta arma que, como sucedió con el arco largo apenas un siglo antes, marcó un antes y un después en la estrategia a seguir en los campos de batalla y en el uso de la caballería.
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