Un guisante, convenientemente congelado, puede perdurar hasta 2.000 o 3.000 años. El dato puede pasar por meramente curioso cuando realmente supone un descubrimiento elemental. Ante la amenaza que supone el cambio climático para los cultivos de todo el mundo, un sistema que garantice la conservación de las semillas resulta vital para las futuras generaciones. Esa es la razón de ser del banco de semillas en Svalbard. A Cary Fowler hace años le ocurrió algo que, está seguro, nos ha pasado a todos alguna vez...