"No lo consigo sin viagra", le murmura al teléfono un joven afgano, preocupado por que no le oiga su familia. Del otro lado, una voz pausada le tranquiliza con tono profesional: "Querido hermano, no te avergüences, no eres el único. Vamos a ayudarte a resolver tu problema". En un Afganistán conservador y hostil a la mezcla entre sexos, hablar de dificultades sexuales es culturalmente impensable, casi una perversidad. No obstante, ahora la juventud puede encontrar un oído y consejos para sus problemas de erección o sobre su homosexualidad.