Esta historia empieza a la tierna edad de 10 años. Siempre he sido una chica responsable (hay quien piensa que demasiado) a la vez que excesivamente exigente, sobretodo conmigo misma. Como en todo, los extremos son malos y la exigencia desmesurada no puede traer nada bueno, prueba de ello lo que os cuento hoy.

La quimiofobia es el miedo irracional a todo lo que suene a químico, asimilando el término química como algo opuesto a lo natural...

Se define como el temor a relacionarse con los demás, incluyendo el miedo a ser evaluado por los otros, en cualquier situación social. Se considera que en la estructura básica de la fobia social existen 5 dimensiones en las que la persona sufre miedo y desarrolla ansiedad: ante los desconocidos, frente al sexo opuesto, a hablar en público, a expresar el malestar (falta de asertividad) y a hacer el ridículo o a quedar en evidencia.

Un grupo de científicos descubre que el ser humano, como el resto de los primates, desarrolló en la prehistoria un instinto para detectarlas y huir.

Los recuerdos y experiencias aprendidas acumuladas se pensaba eran transmitidas por la enseñanza a las generaciones posteriores. Sin embargo, esta investigación ha demostrado que es posible que alguna información pueda ser heredada biológicamente a través de cambios en el ADN. Investigadores de Emory, encontraron que los ratones pueden transmitir información de experiencias traumáticas o estresantes, en este caso el miedo al olor de la flor de cerezo, a las generaciones siguientes.

“El problema”, como Williams y Degenhardt llaman a la incapacidad de orinar en presencia de otros, llevaba siendo documentado desde la Edad Media, cuando se creía en la existencia de un hechizo “por el cual un enemigo quedaba impotente o incapaz de expeler su orina”

Salir de casa o mirar por la ventana son acciones cotidianas que la mayoría hace sin pensar, pero para los niños con autismo es como escalar una montaña. Para superar estas fobias, la realidad virtual puede ayudar.