La cultura romana es conocida por su afición a las termas y baños públicos, unos recintos que eran auténticos lugares de encuentro para los ciudadanos del imperio. Su preocupación por la higiene era tan grande, que Roma se convirtió en la primera ciudad del mundo en poseer agua corriente y un sistema de alcantarillado; pronto, muchas otras urbes de esta civilización contaban con aseos públicos.