Para un programa de la BBC, dos gemelos pusieron sus hígados a prueba: durante un mes, uno bebió a diario moderadamente y el otro tomó grandes cantidades de alcohol en una sola noche seguida de seis días de abstinencia.

Lo cual explica, de paso, unas cuantas cosas. La culpa parece tenerla, según un estudio de la universidad de Birmingham, la oxitocina. La oxitocina es una hormona, conocida también como hormona del amor, que promueve comportamientos sociales como la confianza, el altruismo o la generosidad. ¿Por qué la gente nos parece más atractiva cuando bebemos?

Una pequeña inyección de oxitocina, la llamada "hormona del amor", puede hacer recuperar la sobriedad a las ratas borrachas, revirtiendo sus torpes comportamientos inducidos por el alcohol, informa un grupo de cientificos del departamento de psicología de la Universidad de Sidney. En la prueba, las ratas borrachas pasaban el tiempo acurrucadas en una esquina, pero las ratas sobrias y las suministradas con alcohol y oxitocina pasaban el tiempo moviéndose de un lado a otro.

Breve historia de las borracheras: del garrafón babilónico a la bacanales romanas El hombre se emborracha desde que consiguió fermentar el alcohol, pero el poder ha intentado durante siglos que no se nos vayan las cosas de las manos... en vano

La ciencia ya ha demostrado que el alcoholismo provoca daños cerebrales y no es cuestión de edad. También los jóvenes sufren las graves consecuencias del alcohol. Porque aunque su cerebro puede recuperarse sin daños de una borrachera, cuando padece 'atracones' de alcohol todos los fines de semana en los botellones pierde de forma permanente la capacidad de aprender y memorizar, y se produce un "retraso irreversible en la zona de conocimiento".

Que levante la mano el que no se haya despertado alarmado, creyendo que llegaba tarde al trabajo para darse cuenta, una vez vestido y mientras se lava los dientes, de que es sábado. O el que no haya abierto los ojos en una habitación de hotel y haya necesitado varios segundos hasta comprender que ayer empezaron sus vacaciones. Incluso los hay que confunden la alarma con el tono de llamada del móvil y, directamente, los que confunden el despertador con el móvil, cogen el reloj y sueltan con voz somnolienta: ¿dígame?

El verano es tiempo de excesos, de roces desagradables con cuerpos masculinos, de falta de aire, y de ingesta salvaje de alcohol. Todas ellas son prácticas que suponen un insulto al buen bebedor. Hay que huir de la borrachera comunitaria. Más que nunca si la trompa incluye compartir en el mismo recipiente cualquier brebaje […]