Frases y fragmentos de libros
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Por qué no podemos ser cristianos y menos aun católicos

“Si las matemáticas y la ciencia tomaran el lugar de la religión y la superstición en la escuela y en los medios, el mundo se convertiría en un lugar sensato y la vida sería más digna de ser vivida. Que cada uno aporte por lo tanto su contribución, grande o pequeña, de modo que suceda esto, para mayor gloria del Espíritu humano”.

Piergiorgio Odifreddi

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La barra de hierro (Cuento Chino)

Un día, hace muchos años, tres niños iban cantando y riendo camino de la escuela. Como todas las mañanas atravesaron la plaza principal de la ciudad y en vez de seguir su ruta habitual, giraron por una oscura callejuela por la que nunca habían pasado.

De repente, algo llamó su atención; en uno de los portales, sentada sobre un escalón, vieron a una viejecita de moño blanco y espalda encorvada que frotaba sin descanso una barra de hierro contra una piedra.

Los niños, perplejos, se quedaron mirando cómo trabajaba. La barra era grande, más o menos del tamaño un paraguas, y no entendían con qué objetivo la restregaba sin parar en una piedra que parecía la rueda de un molino de agua.

Cuando ya no pudieron aguantar más la curiosidad, uno de ellos preguntó a la anciana:

– Disculpe, señora ¿podemos hacerle una pregunta?

La mujer levantó la mirada y asintió con la cabeza.

– ¿Para qué frota una barra de hierro contra una piedra?

La mujer, cansada y sudorosa por el esfuerzo, quiso saciar la curiosidad de los chavales. Respiró hondo y con una dulce sonrisa contestó:

– ¡Muy sencillo! Quiero pulirla hasta convertirla en una aguja de coser.

Los niños se quedaron unos momentos en silencio y acto seguido estallaron en carcajadas. Con muy poco respeto, empezaron a decirle:

– ¿Está loca? ¡Pero si la barra es gigantesca!

– ¿Reducir una barra de hierro macizo al tamaño de una aguja de coser? ¡Qué idea tan disparatada!

– ¡Eso es imposible, señora! ¡Por mucho que frote no lo va a conseguir!

A la anciana le molestó que los muchachos se burlaran de ella y su cara se llenó de tristeza.

– Reíros todo lo que queráis, pero os aseguro que algún día esta barra será una finísima aguja de coser. Y ahora iros al colegio, que es donde podréis aprender lo que es la constancia.

Lo dijo con tanto convencimiento que se quedaron sin palabras y bastante avergonzados. Con las mejillas coloradas como tomates, se alejaron sin decir ni pío.

Al llegar a la escuela se sentaron en sus pupitres y contaron la historia a su maestro y al resto de sus compañeros. El sabio profesor escuchó con mucha atención y levantando la voz, dijo a todos los alumnos:

El aula se llenó de murmullos porque nadie sabía a qué se refería. Finalmente, uno de los tres protagonistas levantó la mano y preguntó:

– ¿Y qué es eso que nos ha enseñado, señor profesor?

– Está muy claro: la importancia de ser constante en la vida, de trabajar por aquello que uno desea. Os garantizo que esa mujer, gracias a su tenacidad, conseguirá convertir la barra de hierro en una pequeña aguja para coser ¡Nada es imposible si uno se plantea un objetivo y se esfuerza por conseguirlo!

Los niños se quedaron pensando en estas palabras y preguntándose si el maestro estaría en lo cierto o simplemente se trataba de una absurda fantasía.

Por suerte, la respuesta no tardó en llegar; pocas semanas más tarde, de camino al cole, los tres chicos se encontraron de nuevo a la anciana en la oscura callejuela. Esta vez estaba cómodamente sentada en el escalón del viejo portal, muy sonriente, moviendo algo diminuto entre sus manos.

Corrieron para acercarse a ella y ¿sabéis qué hacía? ¡Dando forma al agujerito de la aguja por donde pasa el hilo!

Moraleja: En la vida hay que ser perseverantes. Si quieres conseguir algo, tómatelo en serio y no te vengas abajo por muy difícil que parezca. Todo esfuerzo, al final, tiene su recompensa.

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La pulsera (Cuento Chino)

Un joyero venía observando ya durante un tiempo, cómo una niña se detenía delante del escaparate de su establecimiento y se quedaba mirando una bonita pulsera de oro.

Así pasaron varias semanas hasta que, un día, la niña se decidió a entrar:

-¡Hola! -dijo la pequeña.

-¡Hola! -contestó educadamente el joyero-. ¿En qué puedo ayudarte?

-¿Me puede usted enseñar esa pulsera que hay en el escaparate, la dorada?

-Claro que sí -le respondió.

La niña la cogió y comenzaron a temblarle las manos mientras la acariciaba con sus dedos.

En ese momento el joyero pudo ver como unas lágrimas de emoción brotaban de sus ojos.

-Es que me gustaría regalársela a mi madre, pues hoy es su cumpleaños y me está ayudando mucho en mis estudios. Se pasa el día trabajando, y cuando llega cansada por la tarde se queda conmigo haciendo los deberes hasta que consigo entenderlos.

-Sí, seguro que le encantará, es preciosa -le contestó el joyero.

-¿Cuánto vale? -preguntó la niña.

-¿Cuánto tienes? -le respondió el hombre.

La niña sacó una pequeña bolsa repleta de monedas y las dejó sobre el mostrador.

-Es que he estado ahorrando durante muchos meses.

-Bien, veamos qué hay por aquí... -contestó el joyero mientras contaba el dinero- a ver... ¿no tienes nada más, pequeña?

-Bueno, sí, espere... -dijo mientras metía sus manos en los bolsillos y continuaba sacando varias monedas más, un pequeño billete arrugado, un anillo de plástico, un coletero rosa y dos caramelos de fresa.

-A ver... creo que sí, creo que con esto será suficiente -le respondió el joyero mientras recogía todo lo que la niña había dejado en el mostrador- ¿Quieres que te la envuelva para regalo?

-¡Sí, sí! -exclamó la niña ilusionada.

Tras unos minutos, el joyero le dio el paquete y la pequeña se llevó la joya.

A la mañana siguiente, la madre de la niña se presentó en el establecimiento con la pulsera en su estuche.

-Hola -saludó nada más entrar.

-Hola -le saludó también el joyero-, ¿en qué puedo ayudarle?

-Verá, es que ayer por la tarde, mi hija me regaló esta pulsera para mi cumpleaños y me dijo que la había comprado aquí.

-Sí, así es -contestó el joyero mientras la observaba-, yo mismo se la vendí.

-Pero... pero creo que debe haber un error porque... esta pulsera es de oro, ¿verdad?

-Sí, por supuesto, aquí solo vendemos productos de primera calidad.

-Entonces no lo entiendo, mi hija jamás podría pagar una joya así, no tiene tanto dinero, ¿cuánto le ha costado?

-Verá -le contestó seriamente el joyero-, en este establecimiento tenemos por costumbre mantener la confidencialidad de nuestros clientes, así que, sintiéndolo mucho, no puedo darle esa información.

-Pero... -protestó la madre.

-Lo que sí puedo decirle es que su hija pagó por esta pulsera el precio más alto que puede pagar una persona.

-¿Qué quiere decir? -contestó la madre preocupada.

-Su hija me dio todo lo que tenía.

Cuento popular

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La carga

Un beduino viajaba, montado en un camello cargado de trigo. En el camino

encontró a un hombre que le hizo mil preguntas sobre su país y sus bienes.

Después le preguntó en qué consistía la carga de su camello.

El beduino mostró los dos sacos que colgaban a una y otra parte de la silla

de su montura:

"Este saco está lleno de trigo y este otro de arena."

El hombre preguntó:

"¿Hay alguna razón para cargar así tu camello con arena?"

El beduino:

"No. Es únicamente para equilibrar la carga."

El hombre dijo entonces:

"Hubiese sido preferible repartir el trigo entre los dos sacos. De ese modo,

la carga de tu camello habría sido menos pesada.

¡Tienes razón! exclamó el beduino, eres un hombre con una gran agudeza

de pensamiento. ¿Cómo es que vas así a pie? Monta en mi camello y dime:

siendo tan inteligente ¿no eres un sultán o un visir

?-No soy ni visir ni sultán, dijo el hombre. ¿No has visto mi vestimenta?"

El beduino insistió:

"¿Qué clase de comercio practicas? ¿Dónde está tu almacén? ¿Y tu casa

?-No tengo ni almacén ni casa, replicó el hombre.

-¿Cuántas vacas y camellos posees

?-¡Ni uno solo!

-Entonces ¿cuánto dinero tienes? Porque gozas de una inteligencia tal que

podría, como la alquimia, transformar el cobre en oro.

-Por mi honor, ni siquiera tengo un trozo de pan que comer. Voy con los

pies descalzos, vestido de harapos, en busca de un poco de comida. Todo lo que

sé, toda mi sabiduría y mi conocimiento, ¡todo eso no me trae más que dolores

de cabeza!"

El beduino le dijo entonces:

"¡Márchate! ¡Aléjate de mí para que la maldición que te persigue no recaiga

sobre mí! Déjame irme por ese lado y toma tú la otra dirección. Más vale

equilibrar el trigo con arena que ser tan sabio y tan desventurado. Mi idiotez es

sagrada para mí. ¡En mi corazón y en mi alma está la alegría de la certeza!"

Cuento sufí

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El culto a la ignorancia

En Estados Unidos se rinde culto a la ignorancia, y siempre ha sido así. El anti-intelectualismo ha sido una constante en nuestra vida política y cultural, alimentado por la falsa noción de que la democracia significa que "mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento".

Cita de Isaac Asimov del artículo "El culto a la ignorancia" publicado en la revista Newsweek el 21 de enero de 1980.

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Cita de Terry Pratchet

“A los dioses no les gusta que las personas no trabajen mucho. Las personas que no están ocupadas continuamente pueden empezar a pensar.”

Terry Pratchet

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Pensamiento creativo

Estás conduciendo tu coche en una noche de tormenta terrible. Pasas por una parada de autobús donde se encuentran tres personas esperando:

 

1. Una anciana que parece a punto de morir.

2. Un viejo amigo que te salvó la vida una vez.

3. El hombre perfecto o la mujer de tus sueños.

 

¿A cuál llevarías en el coche, teniendo en cuenta que sólo tienes sitio para un pasajero?

 

Este es un dilema ético-moral que una vez se utilizó en una entrevista de trabajo.

Podrías llevar a la anciana, porque va a morir y por lo tanto deberías salvarla primero; o podrías llevar al amigo, ya que él te salvó la vida una vez y estas en deuda con él.

Sin embargo, tal vez nunca vuelvas a encontrar al amante perfecto de tus sueños.

El aspirante que fue contratado (de entre 200 aspirantes) no dudó al dar su respuesta.

Me encanta, y espero poder utilizarlo alguna vez en alguna entrevista.

¿Qué dijo?

Simplemente contestó: "Le daría las llaves del coche a mi amigo, y le pediría que llevara a la anciana al hospital, mientras yo me quedaría esperando el autobús con la mujer de mis sueños."

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50 verdades de Charles Bukowski

El amor se quema con el primer sol de la realidad y otras 49 reflexiones del gran escritor Charles Bukowski.
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Disfruta tu café

Un grupo de profesionales, todos triunfadores en sus respectivas carreras, se juntó para visitar a su antiguo profesor.

Pronto la reunión se enfoco acerca del interminable estrés que les producía el trabajo y la vida en general.

El profesor les ofreció café, fue a la cocina y pronto regresó con una cafetera grande y una selección de tazas de lo más selecta: de porcelana, plástico, vidrio, cristal…, unas sencillas y baratas, otras decoradas, unas caras y otras realmente exquisitas. 

Tranquilamente les dijo que escogieran una taza y se sirvieran un poco del café recién preparado.

Cuando lo hicieron, el viejo maestro se aclaró la garganta y con mucha calma y paciencia se dirigió al grupo: 

-Se habrán dado cuenta de que todas las tazas que lucían bonitas, se terminaron primero y quedaron pocas de las más sencillas y baratas; lo que es natural, ya que cada quien prefiere lo mejor para sí mismo, ésa es realmente la causa de muchos de sus problemas relativos al “Stress”.

Continuó:

-Les aseguro que la taza no le añadió calidad al café, en verdad la taza solamente disfraza o reviste lo que bebemos.

Lo que ustedes querían era el café, no la taza, pero instintivamente buscaron las mejores, después se pusieron a mirar las tazas de los demás.

Ahora piensen en esto: La vida es el café, los trabajos, el dinero, la posición social, etc. son sólo tazas que le dan forma y soporte a la vida, y el tipo de taza que tengamos no define ni cambia realmente la calidad de vida que llevemos.

A menudo, por concentrarnos sólo en la taza dejamos de disfrutar el café.

Anónimo

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El gato del gurú

Cuando, por las tardes, el gurú se sentaba para las prácticas del culto, siempre andaba por ahí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó que ataran al gato durante el culto de la tarde.

Mucho tiempo después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro para atarlo durante el culto vespertino.

Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.

Cuento sufí

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La balanza y la escoba

Un día, un hombre fue a la joyería y dijo al joyero: -Quisiera pesar este oro. Préstame tu balanza. El joyero respondió: -¡Lo siento de veras, pero no tengo pala! -¡No, no! -dijo el hombre-, ¡yo te pido tu balanza! El joyero le dijo: -¡No hay escoba en este almacén! -¿Estás sordo? -dijo el hombre- ¡Te pido una balanza! El joyero nuevamente respondió:

-He oído muy bien. No estoy sordo. No creo que mis palabras estén desprovistas de sentido. Veo bien que careces de experiencia y que, al pesar tu oro, vas a dejar caer algunas partículas al suelo. Entonces me dirás:

"¿Puedes prestarme una escoba para que pueda recuperar mi oro?"

¡Y cuando lo hayas barrido, me preguntarás si tengo una pala! Yo veo el fin desde el principio. ¡Recurre a algún otro!"

Cuento sufí.

Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūmī - Mathnawi”

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Arenas movedizas

Un hombre paseaba por la selva cuando, de pronto, bajo sus pies, comenzó a moverse el suelo.

En ese momento se dio cuenta de que había pisado arenas movedizas. En un principio intentó saltar, moverse rápidamente para escapar de allí, pero con cada movimiento que realizaba lo único que conseguía era hundirse aún más.

Finalmente, tras ver que era inútil su esfuerzo, dejó de luchar y comenzó a observar tranquilamente cómo le desaparecían las rodillas, luego los muslos, a los minutos la cintura...

Y así continuó hasta que, tras varias horas, la arena comenzó a taparle la boca.

Fue en ese momento cuando comenzó a ponerse nervioso y a gritar pidiendo ayuda.

-¡Socorro! ¡Socorro! -gritaba cada vez más fuerte- ¡Socorro!

Afortunadamente, a los pocos minutos, apareció un pastor que estaba por la zona.

Al verlo buscó rápidamente una rama para ofrecérsela y poder sacarlo de allí.

El hombre que se estaba ahogando agarró un extremo de la rama, pero no hizo el esfuerzo necesario para salir del todo. Cuando consiguió sacar la mitad de su cuerpo y la arena le llegaba por la cintura, soltó la rama.

-¡Pero venga! -gritó el pastor- ¡Vuelva a coger la rama y salga de una vez!

-No, no me hace falta salir, aquí estoy bien, tan solo quería poder respirar.

Cuento zen

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Los seis ciegos y el elefante

Había una vez seis hindúes ciegos de saber que quisieron conocer qué era un elefante. Como no podían ver, quisieron averiguarlo a través del tacto.

El primero en indagar, llegó junto al elefante y se chocó con su duro lomo y dijo: “Es duro y liso como una pared”.

El segundo, tocó el colmillo, y gritó: “Ya veo, el elefante es tan agudo como una lanza”.

El tercer hombre tocó la trompa y dijo: “Ya sé, el elefante es como una serpiente”.

El cuarto tocó su rodilla y dijo: “Veo que el elefante es como un árbol”.

El quinto sabio se acercó a la oreja y dijo: “El elefante es como un abanico”.

Finalmente, el sexto tocó la cola del animal y dijo: “está claro que el elefante es como una soga”.

Así es como los sabios comenzaron a discutir y pelearse por ver quién estaba en lo cierto. Cada uno con su propia opinión, y todos tenían parte de razón, pero solo conocían un fragmento de la realidad.

 

Cuento atribuido a un sufí persa del siglo XIII conocido como Rumi

(Reflexionar acerca de la incapacidad de los seres humanos para comprender todos los planos de la realidad y una enseñanza acerca de la riqueza que supone tener diferentes perspectivas sobre un mismo asunto.)

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Jack Kerouac introducción a "The Americans" de Robert Frank

Jack Kerouac introducción a "The Americans" de Robert Frank

“Después de ver estas fotos terminas finalmente sin saber si una máquina de discos es más triste que un ataúd.”

Jack Kerouac

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Cita de Javier Reverte

"Me pregunté si una de las razones para viajar a lugares remotos no será buscar el encuentro con paisajes que imaginamos al dormir o al leer libros bellos y que, al verlos, nos resultan familiares".

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¿Buena suerte? ¿Mala suerte? Quién sabe

En una aldea de China, hace muchos años, vivía un campesino junto a su único hijo. Los dos se pasaban las horas cultivando el campo sin más ayuda que la fuerza de sus manos. Se trataba de un trabajo muy duro, pero se enfrentaban a él con buen humor y nunca se quejaban de su suerte.

Un día, un magnífico caballo salvaje bajó las montañas galopando y entró en su granja atraído por el olor a comida. Descubrió que el establo estaba repleto de heno, zanahorias y brotes de alfalfa, así que ni corto ni perezoso, se puso a comer. El joven hijo del campesino lo vio y pensó:

– ¡Qué animal tan fabuloso! ¡Podría servirnos de gran ayuda en las labores de labranza!

Sin dudarlo, corrió hacia la puerta del cercado y la cerró para que no pudiera escapar.

En pocas horas la noticia se extendió por el pueblo. Muchos vecinos se acercaron a felicitar a los granjeros por su buena fortuna ¡No se encontraba un caballo como ese todos los días!

El alcalde, que iba en la comitiva, abrazó con afecto al viejo campesino y le susurró al oído:

– Tienes un precioso caballo que no te ha costado ni una moneda… ¡Menudo regalo de la naturaleza! ¡A eso le llamo yo tener buena suerte!

El hombre, sin inmutarse, respondió:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!

Los vecinos se miraron y no entendieron a qué venían esas palabras ¿Acaso no tenía claro que era un tipo afortunado? Un poco extrañados, se fueron por donde habían venido.

A la mañana siguiente, cuando el labrador y su hijo se levantaron, descubrieron que el brioso caballo ya no estaba. Había conseguido saltar la cerca y regresar a las montañas. La gente del pueblo, consternada por la noticia, acudió de nuevo a casa del granjero. Uno de ellos, habló en nombre de todos.

– Venimos a decirte que lamentamos muchísimo lo que ha sucedido. Es una pena que el caballo se haya escapado. ¡Qué mala suerte!

Una vez más, el hombre respondió sin torcer el gesto y mirando al vacío.

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Todos se quedaron pensativos intentando comprender qué había querido decir de nuevo con esa frase tan ambigua, pero ninguno preguntó nada por miedo a quedar mal.

Pasaron unos días y el caballo regresó, pero esta vez no venía solo sino acompañado de otros miembros de la manada entre los que había varias yeguas y un par de potrillos. Un niño que andaba por allí cerca se quedó pasmado ante el bello espectáculo y después, muy emocionado, fue a avisar a todo el mundo.

Muchísimos curiosos acudieron en tropel a casa del campesino para felicitarle, pero su actitud les defraudó; a pesar de que lo que estaba ocurriendo era algo insólito, él mantenía una calma asombrosa, como si no hubiera pasado nada. Una mujer se atrevió a levantar la voz:

– ¿Cómo es posible que estés tan tranquilo? No sólo has recuperado tu caballo, sino que ahora tienes muchos más. Podrás venderlos y hacerte rico ¡Y todo sin mover un dedo! ¡Pero qué buena suerte tienes!

Una vez más, el hombre suspiró y contestó con su tono apagado de siempre:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Desde luego, pensaban todos, su comportamiento era anormal y sólo le encontraban una explicación: o era un tipo muy raro o no estaba bien de la cabeza ¿Acaso no se daba cuenta de lo afortunado que era?

Pasaron unas cuantas jornadas y el hijo del campesino decidió que había llegado la hora de domar a los caballos. Al fin y al cabo eran animales salvajes y los compradores sólo pujarían por ellos si los entregaba completamente dóciles.

Para empezar, eligió una yegua que parecía muy mansa. Desgraciadamente, se equivocó. En cuanto se sentó sobre ella, la jaca levantó las patas delanteras y de un golpe seco le tiró al suelo. El joven gritó de dolor y notó un crujido en el hueso de su rodilla derecha.

No quedó más remedio que llamar al doctor y la noticia corrió como la pólvora. Minutos después, decenas de cotillas se plantaron otra vez allí para enterarse bien de lo que había sucedido. El médico inmovilizó la pierna rota del chico y comunicó al padre que tendría que permanecer un mes en reposo sin moverse de la cama.

El panadero, que había salido disparado de su obrador sin ni siquiera quitarse el delantal manchado de harina, se adelantó unos pasos y le dijo al campesino:

– ¡Cuánto lo sentimos por tu hijo! ¡Menuda desgracia, qué mala suerte ha tenido el pobrecillo!

Cómo no, la respuesta fue clara:

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!

Los vecinos ya no sabían qué pensar ¡Qué hombre tan extraño!

El chico estuvo convaleciente en la cama muchos días y sin poder hacer nada más que mirar por la ventana y leer algún que otro libro. Se sentía más aburrido que un pingüino en el desierto pero si quería curarse, tenía que acatar los consejos del doctor.

Una tarde que estaba medio dormido dejando pasar las horas, entró por sorpresa el ejército en el pueblo. Había estallado la guerra en el país y necesitaban reclutar muchachos mayores de dieciocho años para ir a luchar contra los enemigos. Un grupo de soldados se dedicó a ir casa por casa y como era de esperar, también llamaron a la del campesino.

– Usted tiene un hijo de veinte años y tiene la obligación de unirse a las tropas. ¡Estamos en guerra y debe luchar como un hombre valiente al servicio de la nación!

El anciano les invitó a pasar y les condujo a la habitación donde estaba el enfermo. Los soldados, al ver que el chico tenía el cuerpo lleno de magulladuras y la pierna vendada hasta la cintura, se dieron cuenta de que estaba incapacitado para ir a la guerra; a regañadientes, escribieron un informe que le libraba de prestar el servicio y continuaron su camino.

Muchos vecinos se acercaron, una vez más, a casa del granjero. Uno de ellos, exclamó:

– Estamos destrozados porque nuestros hijos han tenido que alistarse al ejército y van camino de la guerra. Quizá jamás les volvamos a ver, pero en cambio, tu hijo se ha salvado ¡Qué buena suerte tenéis!

¿Sabes qué respondió el granjero?…

– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!

Adaptación de un cuento popular chino

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De la pelicula "El golpe"

- No debimos dejarle que se saliese con la suya.

- ¿Y qué podía hacer? ¿Acusarlo ante los demas de hacer trampas mejor que yo?

www.youtube.com/watch?v=HHLkzHjewY4

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La humanidad moderna es emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología de dioses

Edward O. Wilson: "La humanidad moderna se caracteriza por emociones paleolíticas, instituciones medievales y tecnología propia de un dios. Somos una mezcla y, en muchos sentidos, todavía arcaicos, una especie arcaica en transición."

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La Ventana del Hospital (Cuento)

Dos hombres, seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación en el hospital. A uno de ellos se le permitía estar sentado una hora todas las tardes para que los pulmones drenaran sus fluidos. Su cama daba a la única ventana de la habitación.

El otro hombre tenía que estar tumbado todo el tiempo. Los dos se hablaban mucho. De sus mujeres y familiares, de sus casas, trabajos, el servicio militar, dónde habían estado de vacaciones.

Y todas las tardes el hombre que se podía sentar frente a la ventana, se pasaba el tiempo describiendo a su compañero lo qué veía por la ventana. Éste, solamente vivía para esos momentos donde su mundo se expandía por toda la actividad y color del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un bonito lago. Patos y cisnes jugaban en el agua mientras los niños capitaneaban sus barcos teledirigidos. Jóvenes amantes andaban cogidos de la mano entre flores de cada color del arco iris. Grandes y ancestros árboles embellecían el paisaje, y una fina línea del cielo sobre la ciudad se podía ver en la lejanía.

Mientras el hombre de la ventana describía todo esto con exquisito detalle, el hombre al otro lado de la habitación cerraba sus ojos e imaginaba la pictórica escena.

Una cálida tarde el hombre de la ventana describió un desfile en la calle. Aunque el otro hombre no podía oír la banda de música- se la imaginaba conforme el otro le iba narrando todo con pelos y señales. Los días y las semanas pasaron.

Una mañana, la enfermera entró para encontrase el cuerpo sin vida del hombre al lado de la ventana, el cual había muerto tranquilamente mientras dormía.

Se puso muy triste y llamó al doctor para que se llevaran el cuerpo.

Tan pronto como consideró apropiado, el otro hombre preguntó si se podía trasladar al lado de la ventana.

La enfermera aceptó gustosamente, y después de asegurarse de que el hombre estaba cómodo, le dejó solo.

Lentamente, dolorosamente, se apoyó sobre un codo para echar su primer vistazo fuera de la ventana. Finalmente tendría la posibilidad de verlo todo con sus propios ojos.

Se retorció lentamente para mirar fuera de la ventana que estaba al lado de la cama. Daba a un enorme muro blanco. El hombre preguntó a la enfermera qué había pretendido el difunto compañero contándole aquel maravilloso mundo exterior.

Y ella dijo: - Quizás sólo quería animarle.

Cuento anónimo (que yo sepa)

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"Saudade"

Palabra portuguesa que no tiene traducción literal; significa una profunda añoranza de algo o de alguien que ya no está y que quizá nunca vuelva. Una especie de híper nostalgia ultra conmovedora. El amor que persiste cuando alguien se ha ido.

Mhairi McFarlane

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Sobre el humor

Sin rastro de humor es los treinta y un mil ciento dos versículos de la Biblia, sin rastro de humor en la letra de los ciento noventa y cuatro himnos nacionales.

Jorge Wagensberg

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EL Ermitaño

En la corte real tuvo lugar un fastuoso banquete. Todo se había dispuesto de tal manera que cada persona se sentaba a la mesa de acuerdo con su rango. Todavía no había llegado el monarca al banquete, cuando apareció un ermitaño muy pobremente vestido y al que todos tomaron por un pordiosero.

Sin vacilar un instante, el ermitaño se sentó en el lugar de mayor importancia. Este insólito comportamiento indignó al primer ministro, quien, ásperamente, le preguntó:

– ¿Acaso eres un visir?

– Mi rango es superior al de visir – repuso el ermitaño.

– ¿Acaso eres un primer ministro?

– Mi rango es superior al de primer ministro.

Enfurecido, el primer ministro inquirió:

– ¿Acaso eres el mismo rey?

– Mi rango es superior al del rey.

– ¿Acaso eres Dios? -preguntó mordazmente el primer ministro.

– Mi rango es superior al de Dios. Fuera de sí, el primer ministro vociferó:

– ¡Nada es superior a Dios!

Y el ermitaño dijo con mucha calma:

– Ahora sabes mi identidad. Esa nada soy yo.

Cuento sufí

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Lo que, al morirse, dijo un genovés a su alma

Un día hablaba el Conde Lucanor con su consejero Patronio y le contaba lo siguiente:

-Patronio, gracias a Dios yo tengo mis tierras bien cultivadas y pacificadas, así como todo lo que preciso según mi estado y, por suerte, quizás más, según dicen mis iguales y vecinos, algunos de los cuales me aconsejan que inicie una empresa de cierto riesgo. Pero aunque yo siento grandes deseos de hacerlo, por la confianza que tengo en vos no la he querido comenzar hasta hablaros, para que me aconsejéis lo que deba hacer en este asunto.

-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que hagáis lo más conveniente, me gustaría mucho contaros lo que le sucedió a un genovés.

El conde le pidió que así lo hiciera.

Patronio comenzó:

-Señor Conde Lucanor, había un genovés muy rico y muy afortunado, en opinión de sus vecinos. Este genovés enfermó gravemente y, notando que se moría, reunió a parientes y amigos y, cuando estos llegaron, mandó llamar a su mujer y a sus hijos; se sentó en una sala muy hermosa desde donde se veía el mar y la costa; hizo traer sus joyas y riquezas y, cuando las tuvo cerca, comenzó a hablar en broma con su alma:

»-Alma, bien veo que quieres abandonarme y no sé por qué, pues si buscas mujer e hijos, aquí tienes unos tan maravillosos que podrás sentirte satisfecha; si buscas parientes y amigos, también aquí tienes muchos y muy distinguidos; si buscas plata, oro, piedras preciosas, joyas, tapices, mercancías para traficar, aquí tienes tal cantidad que nunca ambicionarás más; si quieres naves y galeras que te produzcan riqueza y aumenten tu honra, ahí están, en el puerto que se ve desde esta sala; si buscas tierras y huertas fértiles, que también sean frescas y deleitosas, están bajo estas ventanas; si quieres caballos y mulas, y aves y perros para la caza y para tu diversión,  y hasta juglares para que te acompañen y distraigan; si buscas casa suntuosa, bien equipada con camas y estrados y cuantas cosas son necesarias, de todo esto no te falta nada. Y pues no te das por satisfecha con tantos bienes ni quieres gozar de ellos, es evidente que no los deseas. Si prefieres ir en busca de lo desconocido, vete con la ira de Dios, que será muy necio quien se aflija por el mal que te venga.

»Y vos, señor Conde Lucanor, pues gracias a Dios estáis en paz, con bien y con honra, pienso que no será de buen juicio arriesgar todo lo que ahora poseéis para iniciar la empresa que os aconsejan, pues quizás esos consejeros os lo dicen porque saben que, una vez metido en ese asunto, por fuerza habréis de hacer lo que ellos quieran y seguir su voluntad, mientras que ahora que estáis en paz, siguen ellos la vuestra. Y quizás piensan que de este modo podrán medrar ellos, lo que no conseguirían mientras vos viváis en paz, y os sucedería lo que al genovés con su alma; por eso prefiero aconsejaros que, mientras podáis vivir con tranquilidad y sosiego, sin que os falte nada, no os metáis en una empresa donde tengáis que arriesgarlo todo.

Al conde le agradó mucho este consejo que le dio Patronio, obró según él y obtuvo muy buenos resultados.

Y cuando don Juan oyó este cuento, lo consideró bueno, pero no quiso hacer otra vez versos, sino que lo terminó con este refrán muy extendido entre las viejas de Castilla:

El que esté bien sentado, no se levante.

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Cita del "Dicionario del Diablo"

Patriota

s. El que considera superiores los intereses de la parte a los intereses del todo. Juguete de los políticos e instrumento de conquistadores.

Ambrose Bierce

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Locura humana

Estaban varios animales en una granja hablando sobre los seres humanos cuando, de pronto, el gallo hizo una pregunta.

-A ver, ¿a qué no sabéis qué es lo más divertido de los seres humanos?

-No, ¿qué?, ¿qué?, ¿qué? -preguntaron todos a la vez.

-Bueno, pues que siempre piensan lo contrario de lo que hacen, ¡están locos!

Y todos los animales comenzaron a reír.

-Por ejemplo -continuó el gallo-, tienen mucha prisa por crecer y cuando son mayores se lamentan porque su infancia pasó muy deprisa.

-Es verdad, es verdad -contestó el perro-. Además, están toda la vida trabajando y trabajando, pierden incluso la salud para tener dinero, y después, cuando son viejos, pierden el dinero para tener salud.

Todos los animales continuaron riendo.

-Y si os habéis fijado -intervino la vaca-, están siempre pensando en el futuro o en el pasado y la mayoría de veces no saben lo que están haciendo en el presente.

-Y yo que los conozco de cerca -añadió el perro-, viven como si no fueran a morir nunca y en cambio, la mayoría de ellos mueren como si no hubiesen vivido.

Cuento Popular

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menéame