Parece evidente que, en un estado tan feliz, cualquier otra virtud social florecería y recibiría un aumento de diez veces; pero la cautelosa y celosa virtud de la justicia nunca hubiera sido soñada. ¿Para qué hacer una partición de bienes, donde cada uno ya tiene más que suficiente? ¿Por qué dar lugar a la propiedad, donde no puede haber ningún daño? ¿Por qué llamar a este objeto mío, cuando, al tomarlo otro, solo necesito extender mi mano para poseer lo que es igualmente valioso? La justicia, en ese caso, siendo totalmente INÚTIL, sería una ceremonia vacía, y nunca podría tener un lugar en el catálogo de virtudes.
Investigación sobre los principios de a moral. David Hume (1751)