Este era un reino en el que habitaba un príncipe muy noble y sabio. En aquellas tierras había gran armonía. Todos amaban a sus gobernantes y estos siempre respondían con leyes justas y ayudas para que prosperaran.
En aquel lugar había un ritual muy particular. Siempre que era Año Nuevo, los campesinos le obsequiaban palomas al príncipe.
Justo por esas fechas, pasó por allí un forastero. El extranjero sintió curiosidad por ese extraño ritual. Presenció como llegaban gentes de todas partes con las palomas para el príncipe. Se quedó allí un rato, pues le intrigaba saber qué hacía el soberano con esos regalos tan particulares. Así fue como presenció el momento en el que el príncipe reunió a todas las palomas en una jaula y luego las liberó. Los presentes aplaudían y hacían venias.
Sin embargo, en aquella ocasión, un anciano se abrió paso entre la multitud y respetuosamente pidió permiso para hablar.
El príncipe lo escuchó con atención.
El anciano le preguntó cuantas palomas había logrado reunir. El príncipe señaló que unas 200.
El anciano replicó: “Para traerte estas 200 palomas, los hombres salieron de cacería y mataron unas 600. ¿Qué mérito tiene ahora que liberes a las que quedaron vivas?”
El príncipe comprendió su error y prohibió el ritual.
El forastero se llevó una gran lección de aquellas tierras.
Lie Zi
Fábula china