Cuentan que hace mucho tiempo, en una recóndita región de Nepal, existió un anciano muy pobre. No tenía bienes materiales. Sin embargo, poseía un caballo tan hermoso, que era envidiado por todos.
Nobles y hasta emperadores le ofrecieron una suma inmensa por el caballo, pero él se negaba a venderlo.
– ¿Cómo voy a vender a mi caballo si siento que es parte de mi familia? - decía el anciano a modo de excusa.
Pasó el tiempo y un día, el caballo desapareció del establo. Los vecinos comenzaron a murmurar:
– ¡Viejo tonto! ¡Si hubiera vendido su caballo, no se lo hubieran robado!
– ¡Era una tentación! ¡Han tardado en robarle el caballo!
Las personas tenían muy claro que el animal había sido robado. Sin embargo, el anciano les decía:
– No vayáis tan lejos con vuestros pensamientos… Lo único evidente es que el caballo ya no está en el establo.
A los quince días, el caballo regresó. No había sido robado, sino que se había escapado. Y además regresó acompañado por quince hermosas yeguas.
Fábula budista