Cualquiera que pase cerca de la mesa donde nos sentamos reparará en los platos de pescado frito, capaces de resucitar a Lázaro, en el buen humor de los comensales y en la animada conversación, que gira entorno a un personaje cuyo atuendo sugiere que acaba de llegar de arar un campo o cavar en una mina. Lo cierto es que viene de cavar en una tumba. Y sin embargo, Rafael Yuste (Madrid, 1963) no es ni minero, ni detective, ni arqueólogo, ni historiador ni forense sino uno de los neurocientíficos más reputados del mundo.