La música es una rareza desde el punto de vista biológico”, dice el neurocientífico de la Universidad McMaster Daniel Cameron. “No tiene ningún beneficio evolutivo. No nos ayuda a reproducirnos, no nos alimenta ni nos proporciona refugio. ¿Por qué nos gusta tanto y no podemos resistirnos a movernos a su ritmo?” Cameron y sus colegas han descubierto que su influencia va mucho más allá de lo cultural.