En 1876, un joven Sigmund Freud llegó a Italia con la esperanza de resolver una gran incógnita que se cernía sobre los científicos de Europa. "Todas las cuestiones importantes (...) han sido resueltas", había dicho el biólogo alemán Max Schultze en su lecho de muerte dos años antes, "excepto la cuestión de la anguila". Esa cuestión era un misterio milenario: ¿cómo diantres se reproducían esos peces tan abundantes en las aguas dulces y en las mesas europeas? La pregunta requería una respuesta porque su ausencia no sólo hacía tambalear los fundam