De pequeño, Mathieu Flamini tenía dos sueños y pasiones, el fútbol, como cualquier crío de su edad, y la sostenibilidad ya que al crecer en Marsella cerca del mar fue consciente de que había que cuidar el mar y de reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera. Desde 2008 se dedicó en cuerpo y alma a la investigación para conseguir una alternativa al petróleo hasta que dieron con el ácido levulínico a partir de tratar la madera y el maíz.