En la tarde del 18 de junio de 1178 cinco monjes de Canterbury, en el sur de Inglaterra, informaron de que estaban mirando una luna creciente nueva cuando vieron que la parte superior se partía en dos. Ese testimonio cayó en el olvido hasta Jque ack Hartung, un geofísico de la Universidad Estatal de Nueva York, lo recuperó en los años 70 y, a partir de ahí, se empezaron a hacer hipótesis sobre qué podían haber visto aquellos monjes.