El aparato contenía cultivos celulares, los cuales podían sufrir daños con una variación de temperatura. El Instituto Politécnico Rensselaer (Nueva York) responsabilizó a la empresa que contrató al hombre, quién apagó el congelador por escuchar "sonidos molestos", sin pensar que afectaría una investigación de 20 años y valuada en un millón de dólares. El caso podría haberse evitado, pues había posibilidad de que el pitido fuera silenciado sin necesidad de apagar el congelador, de acuerdo con un cartel que tenía el aparato en la puerta.