La primera vez que uno se pone delante de un antivacunas se da cuenta de una cosa inquietante. Es un ser humano.No echa humo, no tiene la piel verde y no muestra colmillos afilados. No muerde. No es un orco. Es un reflejo de nosotros mismos. La vida en espejo. Puede que el mismo número de virtudes y defectos. Para colmo, como si todo lo anterior no fuera suficiente, los antivacunas incluso quieren lo mejor para sus hijos. Buscan un bien para ellos aunque no logran conseguirlo.