Los biólogos han constatado que la hembra en la mayoría de las especies es tan promiscua o más que el macho, pero sorprendentemente ese ''deseo'' que la impulsa a reproducirse tiene un grave enemigo: su propio sistema reproductor.
Como dice la bióloga Olivia Hudson, “en la mayoría de las especies, las hembras son más lascivas que santas”. Además, y para horror de los puritanos, la promiscuidad desordenada no es ningún “mal funcionamiento”; las hembras obtienen pingües beneficios de tal comportamiento.