Desde la década de 1970, varias generaciones de geólogos y geofísicos marinos han confirmado la existencia de una capa de sal de entre uno y tres kilómetros de espesor enterrada en la mayor parte de las zonas más profundas del mar Mediterráneo.
Se trata de casi un millón de kilómetros cúbicos de sal que dan testimonio de un breve periodo en el que el Mediterráneo estuvo aislado del resto de océanos del mundo, breve en el sentido geológico, ya que el episodio duró unos 190.000 años.