Christopher Voisey y sus colegas calcularon el voltaje piezoeléctrico que el cuarzo podría llegar a producir durante los terremotos. Después se fueron al laboratorio, metieron cristales de cuarzo en un fluido que contenía oro disuelto, y replicaron las ondas sísmicas de un terremoto para tensar el cristal y crear un voltaje piezoeléctrico. Enseguida comenzaron a formarse nanopartículas de oro en su superficie. El cuarzo generaba suficiente voltaje para provocar una deposición.