A principios del siglo XX, un hongo exótico proveniente de Asia comenzó a infectar los castaños americanos. Para 1950 habían muerto cuatro mil millones de árboles, más del 99,9% de los ejemplares existentes. La plaga dejó a la especie la borde de la extinción y transformó radicalmente los bosques que alguna vez dominó. Setenta años después investigadores canadienses han solicitado a los reguladores que distribuyan una versión genéticamente modificada para resistir la enfermedad.