El descubrimiento se produjo cuando el propietario de la finca solicitó a la compañía eléctrica una acometida de luz y le dijeron que valía la friolera de 17.000 euros. Al preguntar por tan desorbitado precio le indicaron que era necesario enterrar la línea y cumplir una serie de requerimientos porque la casa se encontraba dentro de una zona de protección arqueológica.