Tras un incendio de verano, el fuego, oculto bajo la nieve, prosigue en esos casos todo el invierno, lentamente, en la capa de turba y de agujas de píceas en descomposición. Esa turba, muy rica en carbono y pobre en oxígeno, ofrece las condiciones ideales para una combustión lenta. Cuando la nieve se derrite y el suelo se seca, el fuego se reanuda en la superficie y el bosque vuelve a arder. Rebecca Scholten, de la Universidad Libre de Ámsterdam, y sus colaboradores han creado un algoritmo que analiza imágenes tomadas por satélites.