Saber retirarse a tiempo es una lección que algunos no han aprendido del caso Armstrong. El corredor -símbolo de la lucha antidopaje –de sus fallos, porque solo cuando estuvo retirado actuó la justicia deportiva– se retiró en 2005 desde lo más alto, tras haber ganado su séptimo Tour de Francia consecutivo, para volver tres años después y cavar así su propia tumba, al dejar arrumbado a su antiguo compañero Floyd Landis.