Kevin Mitnick, conocido como uno de los hackers más emblemáticos de la historia, se hizo famoso por sus habilidades para manipular sistemas de seguridad y tecnología. Aunque su reputación se asocia principalmente con ataques a redes de empresas y sistemas gubernamentales, también hizo una incursión en el mundo de los casinos con un sistema más elaborado que el de Los Pelayos.
En su conocido libro El arte la instrusión, Mitnick describe cómo un grupo de cuatro amigos, todos ingenieros de software, decidieron investigar el funcionamiento interno de las máquinas tragaperras. Adquirieron una de estas máquinas para analizar su ROM y descifrar el algoritmo que determinaba la secuencia de las cartas. Descubrieron que las cartas no aparecían de forma aleatoria, sino que seguían una secuencia predefinida. Con esta información, desarrollaron un programa que les permitía predecir el momento exacto en que aparecería una mano ganadora, como una escalera real.
A principios de los años 90, las máquinas tragaperras estaban comenzando a digitalizarse, abandonando los mecanismos puramente mecánicos en favor de sistemas electrónicos controlados por software. Mitnick, ya inmerso en el mundo del hacking y la ingeniería social, identificó una oportunidad en esta transición tecnológica. La clave para su éxito residió en entender cómo funcionaba el software que controlaba las probabilidades de las máquinas y las reglas de los pagos. Este software estaba diseñado para generar resultados aparentemente aleatorios utilizando algoritmos de generación de números pseudoaleatorios (PRNG, por sus siglas en inglés).
Visitando casinos en Las Vegas —qué tiempos aquellos donde Las Vegas era el epicentro del mundo de las apuestas, ya que los juegos de casino online con dinero real aún no existían y nadie perdía el tiempo buscando el mejor comparador de cuotas casas de apuestas—, anotaban la secuencia de cartas visibles y, tras introducir estos datos en su programa, determinaban el momento óptimo para jugar y ganar. Este enfoque les permitió obtener ganancias significativas sin manipular físicamente las máquinas. Mitnick, como maestro del análisis y la manipulación, encontró una manera de anticipar los resultados de estas máquinas. Aunque los PRNG están diseñados para ser impredecibles, su funcionamiento se basa en fórmulas matemáticas que, una vez descubiertas, pueden ser replicadas. Mitnick logró estudiar y comprender el algoritmo utilizado en un modelo específico de máquina tragaperras, lo que le permitió calcular cuándo sería el momento óptimo para jugar y ganar.
El hackeo no se limitó a una máquina ni a un casino en particular. Se cree que el grupo de Mitnick aplicó esta técnica en varias máquinas, generando ganancias considerables antes de que los operadores de los casinos se percataran de que algo inusual estaba ocurriendo. Su estrategia era meticulosa: jugaban de forma esporádica para evitar levantar sospechas, asegurándose de no ganar en cantidades que llamaran demasiado la atención. Cuando los casinos finalmente se dieron cuenta de las anomalías, fue demasiado tarde para rastrear exactamente cómo Mitnick y su equipo habían logrado su cometido. Sin embargo, su capacidad para manipular el sistema destacó como un ejemplo de cómo los avances tecnológicos, si no se implementan con la seguridad adecuada, pueden ser vulnerables a quienes entienden profundamente su funcionamiento