«Mi corazón está en África», confiesa este sacerdote mientras sus familiares, quienes cada día lo llevan a misa a la iglesia de Moraira, recuerdan que Vicente no quería volver de Mozambique, el país al que llegó en 1967 y donde ha hecho posible la escolarización de más de 60.000 niños. «Sufrió malaria. Estuvo varias veces al borde de la muerte. Solo él sabe lo que ha pasado. Está enfermo, pero él quería quedarse allí».
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