El desafío independentista no sólo está pasando factura a la banca -que ha sufrido una sangría de depósitos– y a las empresas hoteleras -cuyas reservas están cayendo-. El ambiente, cada vez más caldeado, está salpicando de lleno al comercio, sobre todo en Barcelona. Y particularmente a las grandes cadenas de distribución que operan en Cataluña.
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