Recientemente, durante un pleno, estaba en los baños de la Junta General completamente solo, pegado a un urinario, en esa escena tan cotidiana que no es necesario detallar, cuando me sacó del ensimismamiento placentero un pequeño golpe en mi codo de la puerta que se abría, dando paso al presidente Javier Fernández. Volví la cara, que se cruzó con la del presidente, saludé y no obtuve respuesta.
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