Manuel de Luca, un cocinero barcelonés de 38 años, llegó a la India el pasado 17 de enero para comprobar el funcionamiento de la ONG Imparable, una escuela para niños pobres fundada por él hace un año en Bodh Gaya, al noreste del país. Pasados unos días decidió viajar un poco por el país, solo. La crisis del coronavirus le pilló, junto a otros 60 turistas extranjeros, en un archipiélago paradisiaco en medio del Índico, ya próximo a Tailandia, las islas Andamán y Nicobar.
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