Donald Trump está cansado de ser el líder del planeta. Su discurso en la ONU fue un extraño revoltijo en el que destacó una cuestión: un nuevo nacionalismo que permita el ascenso de otros poderes. Y al tocar esa cuerda, Trump hizo algo inusual, tal vez único para un presidente de EEUU: animó, incluso aplaudió, el auge de un mundo post-estadounidense.
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