En octubre del año pasado, Lucian Roșu se encontró sin trabajo y sin hogar en Boxtel, una ciudad del sur de Holanda. "Fui a la estación de tren y dormí allí con el frío y la lluvia", cuenta. A unos cientos de metros, al otro lado de las vías del tren, estaba la sede de una de las mayores empresas cárnicas de Europa, donde había trabajado unos días antes en la cadena de producción.
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