Se puede ser de derechas o de izquierdas, cristiano, árabe o judío, ateo o religioso, blanco, negro o mulato, hombre o mujer, con alcohol o sin alcohol…, pero uno no puede dejar de estremecerse cuando alguien, llámese Hitler o Netanyahu, se considera con el derecho planificado de asesinar a miles y miles de personas. Sin ese mínimo de bondad humana, negarse a un genocidio, no tienen sentido humano las religiones, las patrias, la política, los gobiernos nacionales o las reuniones internacionales.
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