Tenemos las tripas revueltas y los mensajes de whatsapp no dejan de llegar. Creo que no me equivoco si digo que la dimisión de Íñigo Errejón es la crónica de una muerte anunciada. Y es eso, lo que resulta profundamente doloroso: se ha esperado en silencio su adiós y, ahora, la noticia es el adiós, y no el silencio colectivo.
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