“He conocido a hombres que ejercen la paternidad con lucidez, humor y humildad, pero también he visto a amigos queridos, que parecían tener el corazón bien puesto, alejarse de sus hijos para entregarse a la recuperación desesperada y caricaturesca de su juventud. “Luego está el estereotipo de ‘a mí un hijo no me va a cambiar’. Uno niega el pasado y el otro, la realidad, y cuando hay una revolución en el presente, hay cosas que en efecto cambian para siempre”, describe.
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