La falta de lluvia apuntilla unas reservas ya exhaustas por el consumo intensivo e impone recortes desde el consumo humano hasta la agricultura y el ocio en múltiples comunidades. Las restricciones de agua no llegan de golpe. Se van escalando según un orden de prioridades que marca la Ley de Aguas. El abastecimiento a las poblaciones es la última frontera y cuando llegan a ese nivel es que se han atravesado el uso recreativo, el industrial y los regadíos. Llueve menos y se evapora más, haciendo de 2022: el año con peores reservas del siglo.
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