Debo al poeta David González, gran amigo al que hace mucho que no abrazo, la eficacia impertinente de este titular que, a buen seguro, habrá revuelto las tripas a más de uno. Sin embargo, el hecho de que la reciente masacre de Sutherland Springs tuviera lugar en una iglesia ha suscitado de inmediato un aluvión de lecturas religiosas.
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