Hace cosa de dos años -yo tenía 19- estaba esperando el bus a plena luz del día en una avenida de Barcelona. Estaba de pie, intentando ver si ya llegaba mi autobús, cuando un señor que aparentaba alrededor de setenta años, bastón incluido), hizo el típico comentario de "qué buen día hace" o "¿esperando el autobús?" y me invitó a sentarme a su lado en el banco de la parada. Yo lo hice sin vacilar, supongo que por deferencia a la tercera edad o porque no le veía malas intenciones.