Si hay algo que me divierte hacer en este boletín es dedicar un artículo de vez en cuando a un candidato o legislador especialmente ridículo. Por fortuna, la política americana tiene unos yacimientos casi ilimitados de este material, con el partido republicano generando chiflados a un ritmo difícil de aprendeher para el común de los mortales. En la galería de chiflados peligrosos, pervertidos, maníacos homicidas, corruptos e idiotas variados de este bendito país nunca había visto nadie como George Santos. Los políticos (...)