Una persona de 53 años, con mujer y dos hijos, que trabajaba como camarero a jornada completa y por tiempo indefinido para un restaurante en la provincia de Cuenca, estaba de baja por enfermedad por una fractura costal producida por una caída. La empresa, siguiendo una costumbre muy extendida que intentaba evitar la permanencia en la situación de incapacidad temporal, más aun ante la edad del camarero, decide prescindir de sus servicios y le manda un burofax a su casa en el que se le comunica el despido.