Anoche me llamó Jorge, visiblemente divertido y algo soliviantado, por no decir indignado, para informarme de que en diario.es, cabecera digital aquejada de crónica cojera del pie izquierdo, le habían encargado una serie de artículos y de que, una vez enviado el primero, había recibido la sorprendente (o no) noticia de que la censura ideológica se había abatido sobre él y de que no lo publicarían porque los lectores habituales del periódico no soportarían (sic) su contenido.