Cuando yo era jovencito los tatuajes (hoy conocidos como “tatoos”, qué le vamos a hacer) no estaban de moda. Era más bien coto cerrado de marineros, legionarios, tribus urbanas, alternativos, prostitutas y otra gente de vida disoluta y dudosas adscripciones. El tatuaje era un medio con el cual manifestaban al resto del mundo su no pertenencia al rebaño; eran individuos singulares que funcionaban con otras reglas. En suma, tatuarse era algo que molaba y que te proporcionaba un aura de distinción. Pero todo eso cambió…