Lejos de las grandes industrias globales, de los magnates de traje, de los parqués financieros, nuestra región acoge una actividad de arraigo y tradición que no pasa por sus mejores momentos. El viejo mercado del comercio de piñones ha sido el refugio de muchos indeseables que, aprovechándose del esfuerzo ajeno, están llenando sus bolsillos a espuertas. La Administración no puede mirar hacia otro lado.