La Roja, como España entera conoce a nuestro equipo no está exenta de futbolistas fanatizados por el odio y la indecencia. Sólo escuchar La Roja les produce pruritos y cefaleas. Todos sabemos qué jugadores son los inoculados por el virus de la desvergüenza y de la radicalidad. Pobres vagabundos intelectuales sin más mérito que poseer cierta habilidad con las piernas a pesar de encefalogramas casi horizontales. La Roja, reflejo parcial de la sociedad española, debe extirpar con cirugía el cáncer del odio fascista que ha hecho metástasis .