#20 Pues yo cuando éramos pequeños jugábamos al fútbol en una calle que había una fábrica de tableros de madera. El dueño era un viejo que estaba hasta las pelotas de decirnos que no le diésemos balonazos a las persianas y nosotros venga la risa, hasta que un día salió un hijo del dueño (tenía varios, todos fachas de la hostia, con el cuadro del Generalísimo colgado en la oficina y todo, que se veía por una cristalera), cogió a uno de nosotros, le dio un par de hostias con la mano abierta en toda la cabeza, sacó una navaja, nos pinchó el balón, se cagó en todas nuestras putas madres las guarras y dijo que si el padre de alguno tenía huevos, que fuera a hablar con él.
Mano de santo también. No sólo nos meamos todos encima (tendríamos sobre unos ~10 años), sino que nunca nadie le dijo nada a sus padres