Insiste Sánchez-Dragó al narrar su peripecia que cada pasó que dio a partir de la mordedura se lo pagó de su bolsillo: un helicóptero y una doctora particular que le dijo que si no se ponía en el plazo de un día “una ampolla de hemoglobina antirrábica” moriría, un remedio del que solo había cuatro dosis “en posesión de la embajada estadounidense” y “sólo para su personal”, por lo que le recomendó buscar un vuelo inmediatamente.
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