Flor nunca olvidará el día en el que con 17 años, mientras esperaba el autobús en la ciudad de Puebla (sur de México) para regresar a casa de sus padres, un hombre se le sentó al lado y le empezó a hablar. Así empezó la odisea de Flor, quien en ese momento no podía imaginar el infierno que se le avecinaba: más de cinco años en una red de prostitución, sometida a abusos físicos y psicológicos, y obligada a mantener relaciones sexuales con desconocidos a cambio de dinero.
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