A estas alturas del conflicto solo hay una cosa clara: la economía de Cataluña sufrirá -y mucho- por el desafío independentista. Pero también el resto de España. La fuga de empresas, la inseguridad jurídica, el incremento de las incertidumbres económicas -que perjudica a la inversión y al gasto en consumo privado- y la sensación de que la tensión política será larga -lo que afecta a los mercados financieros y tiende a encarecer la prima de riesgo- acabarán pasando factura a la evolución de la actividad.
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