Seleccionan previamente su objetivo: un hombre o una mujer mayor, preferiblemente en estado de embriaguez», detalla Toribio. Si es un varón, «lo abrazan e incluso le tocan sus genitales y le proponen sexo; si es una mujer, les hacen unas carantoñas y se ofrecen como empleadas del hogar». En esa maniobra, en la que rompen la distancia de seguridad, les hurtan el reloj sin que se percaten de nada. «Son finísimas, algunas víctimas se han dado cuenta horas después al meterse en la ducha».
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